Tovin... se echó hacia atrás, apretando sus nalgas contra el pene duro de Amery debajo de él. Las palabras burlonas del regente se perdieron en un suspiro de placer cuando sus ojos se cerraron con las sensaciones causadas por el cuerpo de Tovin contra el suyo. La mano en su entrepierna, por sobre el tejido que cubría su erección, dió un suave apretón que lo hizo gemir.
Tovin tomó la otra muñeca y mantuvo las dos manos de Amery contra su pecho. — Tengo una idea, —anunció.
¿De qué hablaba? Amery movió sus caderas bajo Tovin para recordarle que estaba esperando algo más. —¿No me la puedes decir más tarde?
Tovin rió. —Te la puedo decir en este momento, —dijo. —Sigo estando principalmente vestido. Estos pantalones no se van hasta que esté listo.
Amery puso mala cara y trató de torcer las muñecas y liberarlas de las garras de Tovin. —Creo que estamos listos, —dijo. —Soy el príncipe. Mi palabra es ley. Yo digo que estamos listos.
Riendo de nuevo, Tovin se inclinó sobre el príncipe, estirando las manos de su amante por encima de su cabeza para mantenerlo fuera del alcance. Los pezones de Amery rozaron los pezones de Tovin que tuvo que cerrar los ojos ante la emoción causada por el toque. Entre ellos, sus penes latían en sus pantalones, doloridos por la liberación.
—Creo que no estás en condiciones de discutir conmigo ahora, —susurró, tocando la punta de la nariz de Amery con la suya.
Amery se inclinó para darle un beso, pero Tovin se apartó un poco. —Todavía no.
Amery suspiró, frustrado. —Bésame ahora. Lo exijo.
—No me puedes exigir nada aquí, —dijo Tovin...