quinta-feira, 23 de fevereiro de 2017

Bienvenido a Casa Cowboys



Fenn estaba ensillando su caballo, Demonio, para un paseo temprano por la mañana cuando uno de los trabajadores del rancho lo llamó. Había oído el timbre del teléfono en la parte posterior, pero no le había hecho caso. Hacia unos años había hecho arreglos para que instalaran uno en la cocina para que los trabajadores pudieran cogerlo fácilmente si llamaban a la hora de comer. Todos ellos apreciaban la comodidad. Desafortunadamente, él también había puesto la línea principal de cable hasta el establo por si recibía una llamada mientras estaba con Demonio, que fuera realmente importante. Esta mañana no quería ser molestado.
Cortó al hombre antes de que pudiera hablar, dijo Fenn, —Escucha, quienquiera que sea, es demasiado pronto. Dile al que esté en la cocina que coja el mensaje, que yo te lo dije.
Él se aferró al respaldo de la silla y al cuerno de delante y luego deslizó su bota en el estribo. El hombre levantó una mano. —Espera, Fenn. Jason está en el teléfono, el que cogió el teléfono en la cocina dijo que se oía como si no estuviera bien.
Una punzada de preocupación golpeó a Fenn, y no esperó a oír más, arremetió junto a su empleado en dirección al teléfono. Apretó el auricular en la oreja. —El que esté en la cocina que me pase la línea.— Después de un —sí, señor— y el silencio, un tono lo alcanzó. —¿Jason?
—Hey,— su mejor amigo respondió.
El de la cocina había estado en lo cierto. Jason sonaba como si su mundo acabara de llegar a su fin. Con amargura, supuso que tenía algo que ver con la esposa de Jason. Fenn odiaba a la mujer con pasión y lo lamentó el día en que Jason se reunió con ella, por no hablar de su matrimonio. Se obligó a ser vivaz en su tono como solía hacer con Jason. —Hey colega, ¿qué te tiene tan abajo? Esa hermosa esposa no te da lo suficiente? Te lo dije, trae tu culo hasta Montana, y lo voy a arreglar enseguida.
Jason gruñó. —Las mujeres que conoces no me interesan, Fenn. Te lo dije un millón de veces. —Fenn se echó a reír, pero él no estaba hablando de mujeres. Él estaba hablando de sí mismo. Desde que ambos tenían diecisiete años, Fenn se había dado cuenta de que lo que quería más que a nada en el mundo era a Jason. Pero Jason había estado ciego a lo que Fenn sentía por él, y se había trasladado a la gran ciudad, justo después de terminar la universidad y nunca miró hacia atrás, excepto para momentos como este.





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