—Esta debe ser la última. —Jonás lanzó la última bolsa de comida en la parte trasera del camión estacionado en frente de la tienda de alimentación de la familia de Cole . —¿Necesitas algo?
Jonás miró a Cole con sus grandes ojos marrones, como si necesitara algo. Cole recogió su aroma, y su lobo se agitó a la vida. Olía a sudor y a caballo con un aroma cítrico detrás, joven y limpio. Como una droga. El pene de Cole quería satisfacer todas las necesidades de Jonás, pero Cole no era tan estúpido como para coquetear con un chico de dieciocho años, cuyo padrastro había sido el predicador más vocalmente activo en la ciudad como anti-gay. La única razón por la que familia Marcos se dignaba a venderle su grano era debido a que en estos tiempos difíciles necesitaban su dinero.